lunes, 28 de mayo de 2012

Ensayo (Camilo Rincon JImeno)


Camilo E. Rincon Jimeno
Ensayo


La cultura es el conjunto de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social. El concepto de arte es entendido como cualquier actividad realizada por el ser humano con una finalidad estética o comunicativa, donde se expresan ideas y emociones mediante diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros o mixtos. El arte es además un componente de la cultura, ya que en él se reflejan ámbitos económicos y sociales, al igual que la transmisión de ideas y valores, pertenecientes a cualquier cultura humana a lo largo del espacio y el tiempo. Entonces, ¿en realidad será la tauromaquia una actividad que no involucra ni arte ni cultura?
La tauromaquia se refiere a todo lo relativo a la práctica de lidiar con toros, tanto a pie como a caballo, además incluye todo el desarrollo previo al espectáculo como tal, desde la cría del toro hasta la confección de la vestimenta de los participantes, además del diseño y publicación de carteles y otras manifestaciones artísticas o de carácter publicitario.
La lidia de toros tiene una tradición milenaria. Es uno de los pocos restantes de antiguas culturas orientales, evidente en cuevas antiguas donde el toro es representado mediando arte rupestre. Su sentido de espectáculo fue influenciado principalmente por los griegos y romanos, cuando se celebra la primera corrida de toros en el año 1133 por el Rey Alfonso VIII. Esta actividad se remonta a la Edad de Bronce, hoy conocida como corrida de toros y es una parte considerable de la cultura de los países donde se practica.

El toreo como espectáculo es una combinación de elementos culturales y artísticos, brindados a través de un fuerte trabajo en equipo que incluye la labor hecha desde las ganaderías, los toreros, las cuadrillas, hasta los mismos espectadores que aportan interés ante el arduo trabajo de las personas que hacen posible que esta actividad sea llevada a cabo. La tauromaquia es la evolución de la ganadería en los mataderos urbanos que comenzaron a construirse en España durante el siglo XVI. Los ganaderos aportaron creatividad e innovación a la muerte de su ganado, creando y criando a su vez, una especie única e invaluable como lo es el toro bravo o toro de lidia, el cual gracias a sus especiales características como el pelaje, su cornamenta, temperamento y porte, es seleccionado y empleado únicamente para los espectáculos taurinos.
En la historia de España siempre se ha honrado el papel del toro como el mejor ejemplo de su arte y parte realmente importante y fundamental de la cultura. En las corridas de toros se resalta el papel de fuerza, masculinidad, fertilidad y valor representado por el toro, en el momento que el torero se enfrenta a él y logra matarlo bajo unas técnicas reglamentadas, se le atribuyen todos los valores de los cuales el toro era el símbolo.
La tauromaquia incluye además, todo lo que tiene que ver con la confección de la ropa del matador quien debe portar un traje de luces y demás participantes dentro del espectáculo, así como las manifestaciones artísticas relacionadas con la actividad; en cada corrida hay una banda instrumental, que a través de ondas sonoras define la calidad del toreo. Dentro de la fiesta entonces, los participantes se lucen con sus pasos elegantes, el manejo de sus apeos, como lo son el capote  y la muleta, que involucran un trato delicado y esforzado tanto con las manos como con el cuerpo entero, por parte de los toreros.
Dentro de la fiesta, se enfrentan dos poderes, el del toro y el torero. El animal, considerado el más fiero del universo, expresa su bravura y nobleza, poniendo en riesgo permanente la vida del diestro que tiene en frente. El torero, que mediante su destreza y pases artísticos logra controlar la fuerza bruta y someter al animal a un embestir limpio y controlado. Al conjugar esos poderes, tanto toro, como torero enfrentados en franca lid, generan un espectáculo artístico puesto  que la sutileza del maestro logra dominar poco a poco la embestida profunda y la arremetida descontrolada de la fiera.
Sin dejar atrás el papel que desempeñan las cuadrillas, donde el arte, baile  y gallardía del manejo de los capotes y de la banderilla, brindan una conexión permanente entre las dos partes de la fiesta  brava.
Otro factor importante que influye en el fomento de esta actividad es la parte económica. En el caso de España, los espectáculos de las corridas de toros son la segunda actividad de masas que más atrae gente, como evento cultural, los asistentes son tanto nativos como turistas. De esta manera se crean múltiples oportunidades de trabajo tanto directo como indirecto. Esta actividad es un apoyo económico para la producción de carne de los ganaderos.
En Colombia existen más de ciento veinte ganaderías que se dedican a la crianza del toro bravo. Cada finca genera múltiples empleos directos entre mayorales, vaqueros, empleados y auxiliares, etc. que se verían de un día a otro desempleado, haciendo más latente la grave situación de un sector tan deprimido como el Agro Colombiano. De forma indirecta genera recursos a través de la adquisición de insumos como lo son la alimentación, los medicamentos, la maquinaria, las maderas y alambres para los cercados, construcción de corrales, básculas, etc. Toda ganadería de toros de lidia genera trabajo para el sector de la medicina veterinaria.

En torno a cada uno de los toreros y novilleros se generan fuentes de empleo. Su cuadrilla que incluye picadores y banderilleros está conformada por cinco personas cuya única actividad es la de colaborarle al torero a la hora de encarar al toro. La confección de sus trajes de luces, industria en la cual Colombia ocupa un lugar preferente con respecto a la tauromaquia en América. Todos los elementos de torear entre capotes, muletas, estoques, banderillas, puyas, petos, sillas de montar, trajes de campo, es producción netamente nacional. Es importante, además resaltar el trabajo que estos artistas generan a fotógrafos y publicistas, ya que el material que estos generan es fundamental en la labor de mercadeo que los encargados que son otro empleado más que depende de un matador, adelantan ante empresas, medios de comunicación y público en general.

A lo largo del año se genera también una gran fuente de empleo para el sector transportador con el traslado de los toros y novillos desde las fincas a las plazas de toros, de los caballos de picar y para el paseo de cuadrillas, las mulas de arrastre, cabestros, etc., Y asimismo la movilización de toreros, subalternos, periodistas y aficionados que por vía terrestre e incluso aérea asisten a la Fiesta Brava en toda el país.

Por otro lado, todas las entidades organizadoras de eventos taurinos, en las plazas principales y en las numerosas plazas de la Provincia Colombiana, contrata numerosos servicios de logística que son indispensables para el montaje del espectáculo. Esto incluye personal administrativo, personal médico y de enfermería, taquilleros, porteros, acomodadores, carpinteros y pintores, areneros, monosabios, mulilleros, bandas de músicos, personal de aseo y vigilancia. Generan también trabajos indirectos a través de la contratación de carniceros para la venta de las carnes, la contratación de transporte especializado para ganado de lidia y múltiples trabajos para la industria de impresión gráfica a través de toda la propaganda, carteles, boletería, afiches, listas de precios, papelería de tipo general, que requiere un espectáculo de tan alta calidad.  

Aunque la temporada taurina se lleva a cabo en cierta época del año, el correcto mantenimiento de las plazas de toros fijas y permanentes se requiere durante todo el año con la participación de ingenieros, electricistas, albañiles, pintores, carpinteros y fontaneros. Además de los trabajos generados en el montaje y en el traslado de las plazas portátiles que permiten que la fiesta brava abarque la mayor cantidad de audiencia, constituyendo así fuentes de ingresos a los sectores de más bajos ingresos.

De manera externa, la fiesta taurina da lugar a que en las afueras de las plazas de toros se comercializen múltiples artículos que produce también la industria nacional como cojines, capas, abanicos, sombreros, sombrillas y parasoles, comida, bebida, etc. Y que involucra la oportunidad de trabajo del personal que se encarga de la distribución y la labor de atención y ventas.

Es tanta la influencia artística y cultural que pintores, escultores, escritores, periodistas, fotógrafos y músicos encuentran en la tauromaquia una fuente de inspiración para sus obras. Y además del beneficio propio de las actividades artísticas, se generan ingresos por la comercialización de las mismas, porque esta actividad tiene un gran impacto social y economico. Es importante resaltar que destacados artístas como Federico García Lorca, Francisco de Goya, Pablo Picasso y nuestro gran Maestro Fernando Botero, han encontrado en la fiesta de los toros argumentos suficientes para plasmarla en numerosas y bellas obras de arte. La Tauromaquia se ha caracterizado por siempre haber sido promotora de múltiples expresiones de carácter artístico.

Los hoteles, restaurantes, bares, cafeterías, agencias de viajes, y toda la infraestructura de estas industrias, encuentran en las corridas de toros un beneficio directo y evidente y se verían seriamente afectados con la desaparición de las ferias y fiestas que se desarrollan alrededor de la fiesta brava.

Es una realidad el hecho de que los impuestos directos e indirectos que genera la temporada taurina son una gran ayuda, tanto para el Gobierno Central, como para la economía departamental y Municipal. Según estadística de la plaza de toros, La Corporación Taurina de Bogotá, le ha entregado hasta la fecha al Distrito Capital, recursos año a año que en total son ocho mil doscientos sesenta y siete millones dos mil ochocientos ochenta y nueve pesos ($8.267.002.889.00) para el mantenimiento de la red de parques de la Capital de la República. ¿Cuál otro espectáculo público tiene más acogida cultural para generarle a Bogotá este nivel de ingresos? Son más de 50.000 las personas que asisten solo a la Plaza de Toros de Santamaría a disfrutar de los festejos taurinos. Lo cual nos permite afirmar que la tauromaquia en Colombia esta realmente arraigada a nuestra cultura.

      
Además, es este trabajo lo que ha permitido que el toro de lidia llegue al siglo XXI sin los peligros de extinción que si tienen otras especies del reino animal. Todos los toros de casta que existen en el mundo pertenecen a los ganaderos que han venido realizando un cuidadoso proceso de cuidado y selección de esta particular especie animal durante siglos. Ya que este peculiar ejemplar no existe de forma silvestre, quien quiera convertirse en ganadero de casta no puede ir a ningún sitio en el mundo a capturar unos toros y unas vacas. Debe acudir a aquellos ganaderos que por tradición familiar han mantenido viva esta especie, tildada como la más fiera del mundo.

De acuerdo a esto, debemos entender que una medida, supuestamente para proteger al toro de lidia, traería como consecuencia la extinción de una especie animal cuya existencia se remonta varios siglos atrás. Es sencillo y por contradictorio que nos parezca, la existencia del toro bravo encuentra su fuente de vida en las corridas de toros.

En conclusión, a nadie se le puede obligar a asistir a un espectáculo contra su voluntad, siendo algo completamente natural que todo arte se preste a distintas interpretaciones. Pero desde una perspectiva en pro del desarrollo de un espíritu de convivencia, tolerancia y respeto, debemos aceptar que hay una población bastante amplia que disfruta de la tauromaquia. Porque la fiesta brava es arte y es cultura. Y es por esto mismo es que la tauromaquia no es una actividad ni clandestina ni ilegal.


viernes, 18 de mayo de 2012

ENSAYO FINAL: EL FACILISMO DE LA ARGUMENTACIÓN EN EL DEBATE CONTRA LAS CORRIDAS DE TOROS



EMANUEL RENGIFO


CODIGO: 11211123


MATERIA: COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA


EL FACILISMO DE LA ARGUMENTACIÓN EN EL DEBATE CONTRA LAS CORRITOROS


Desde los antiguas prácticas tauromáquicas de la civilización minoica (hace unos 3500 años, según testimonio de los frescos del palacio de su capital, Cnosos), hasta el álgido debate contemporáneo sobre la prohibición de las prácticas taurinas, el toreo ha pasado de ser una práctica cultural restringida al ámbito ritual religioso a ser un complejo sistema de prácticas culturales, campo de batalla contemporáneo de los discursos de diversas disciplinas y actividades humanas como la economía, la filosofía (propiamente la ética), la defensa de los animales, la sociología, la antropología cultural y el arte, para mencionar solo las de mayor preeminencia en tal discusión. Este trabajo pretende exponer el panorama actual de tal cruce de discursos para demostrar que el fenómeno de opinión actual desarrollado en torno a las prácticas taurinas carece de una justificación dominante en términos argumentativos, lo que se refleja en las diversas vindicaciones jurídicas que una u otra posición taxativa (a favor o en contra de las prácticas taurinas) o relativa (las vías medias que intentan algún equilibrio entre la prohibición y la práctica libre y tradicional del toreo) esgrimen para validarse. Tal estado de irresolución en el debate jurídico y de opinión pública a favor o en contra de las prácticas taurinas se corresponde con las tendencias pluralistas –término que especificaremos más adelante– propias de lo que muchos críticos y pensadores denominan postmodernidad; constituyéndose de este modo la tauromaquia en un censorio de los discursos postmodernos y –como consecuencia de este carácter postmoderno– del estado de crisis de los discursos modernos, particularmente el del antropocentrismo cultural occidental[1].


De este complejo panorama resulta que cualquier posición que intente tomarse sobre el toreo es, en mayor o en menor medida, simplista por cuanto está basada en variables que no son jerárquicas en nuestro sistema axiológico actual (el sistema de valores ideológicos hegemónico de la postmodernidad) y que, por el contrario, se encuentran en igualdad de condiciones, incluso jurídicas, de ahí la medida de solucionar el debate acudiendo al recurso de las urnas (consultas populares como los referendos, plebiscitos, cabildos etc.), como si la posición mayoritaria avalada por el recurso de la elección democrática y participativa satisficiera las demandas de posiciones plenamente válidas en términos de los valores que las sustentan. Demostrar que en el ámbito cultural contemporáneo es imposible argumentar irrefutablemente a favor o en contra de la prohibición o regulación de las prácticas taurinas también constituye uno de los objetivos de esta disertación.


El debate sobre la prohibición de las corridas de toros no es nuevo. Se remonta hasta la Edad Media, donde diversas regulaciones del derecho canónico lo prohibían como práctica para los clérigos, por considerar que las actividades taurinas tenían carácter profano y bases paganas. La prohibición encontró un momento de censura religiosa total el primero de noviembre de 1567, cuando el papa Pío V promulgó la bula De Salute Gregis, en la cual excomulgaba a las autoridades civiles y religiosas que consintieran la celebración de corridas de toros. Además prohibía a todas las personas tomar parte en estas actividades, negando la sepultura eclesiástica a quienes murieran en ellas[2]. Sin embargo, estas disposiciones no tuvieron acogida entre las autoridades civiles, y mucho menos en la práctica popular. Prohibiciones, pero ya en el ámbito civil español, tuvieron lugar en diversos momentos, especialmente a principios del siglo XIX, sin que tuvieran mayor aplicación y fueran derogadas una y otra vez en favor del arraigo popular que tenían las corridas, principalmente asociadas a festividades locales.


El debate volvió a plantearse en las décadas finales del siglo XX y hasta el presente, principalmente por la gestión de los movimientos de defensa de los derechos de los animales, y desde entonces no ha cejado el interés por la prohibición o regulación de las corridas de toros, como lo demuestran las numerosas disposiciones de prohibición en ciudades, entidades territoriales e, incluso, países, como es el caso de Ecuador. Este proceso jurídico se ha dado en medio de un amplio debate de opinión pública donde se cruzan los discursos de numerosas disciplinas y actividades, como hemos dicho. A continuación presentaremos algunos de estos discursos para hacer un balance de la cuestión pro y antitaurina, y poder colegir del mismo un estado de los debates jurídicos y morales de la postmodernidad.


En primer lugar, tenemos la posición en contra de las prácticas taurinas sustentadas por los defensores de los derechos de los animales y ambientalistas, para quienes el toro es una especie de mamífero superior que se ve sometido a actos de dolor y crueldad, ejercidos a través de acciones del toreo como el uso de banderillas, el capote de lidia y la ejecución del toro por la espada. Actos que no tienen otro fin que el deleite sádico de la contemplación del sufrimiento. Estos argumentos, irrefutables en términos bioecológicos y bioéticos, son, sin embargo, considerados refutables desde otros argumentos en los que intervienen disciplinas como la antropología cultural y el arte.


Consideremos, en primer término, el argumento a favor de las corridas taurinas sustentado en su carácter de práctica cultural tradicional, ancestralmente asociada a las culturas de raíz hispana. Quienes defienden este argumento se justifican en que el toreo es una práctica arraigada en los pueblos hispanos (españoles y latinoamericanos –por herencia de la cultura española–), aducen que el toreo es una práctica cultural enraizada en la identidad cultural española, una rancia tradición hispana, intrínseca a las celebraciones festivas y carnavalescas. Este argumento, de carácter chauvinista, esgrime a su favor, en el campo jurídico, el libre ejercicio de las prácticas culturales.


Un segundo argumento a favor de las corridas de toros es el del carácter artístico de las corridas de toros. Para los defensores de este argumento, las corridas de toros son actividades artísticas, no solo por el conjunto de prácticas estéticas asociadas a ellas (la gestualidad del toreo –la mímica del acto de torear–, el vestuario del torero –los trajes de luces, en los que intervienen complejas técnicas artesanales y de representación artísticas–, entre otras), sino por el placer estético que generan en el público que las contempla. En esta línea de argumentación, el derecho jurídico que se esgrima es el libro desarrollo de la personalidad a través del ejercicio de prácticas artísticas.


Un tercer argumento, recoge los dos anteriores, y es denominado por Montserrat Escartín y Txetxu Ausín como argumento antropocéntrico fuerte: “La especie humana es el centro de todo y debe tener, para su uso libre, al resto de la naturaleza. Y, al igual que nadie reivindica los derechos del mármol, del acero o de la arcilla, ante la obra escultórica, no tiene sentido reclamar nada ante el sufrimiento y la muerte del toro a manos del artista, que es el torero. Existe un abismo ontológico entre la especie humana y las restantes especies animales, de tal modo que conceptos como “sufrimiento”, “maltrato”, “tortura” o “derechos” sólo son aplicables a los seres humanos y nunca a los animales, cometiendo una falacia categorial el aplicarlos en la prohibición de las corridas de toros”. Este argumento se basa en una apelación al sistema de valores hegemónico en la cultura occidental en la Modernidad, el cual ha estado centrado en cosmovisión (visión de la realidad) antropocéntrica, es decir, donde todas las practicas culturales y sistemas de pensamiento ponen a la especie humana en una posición de dominio, en el nivel superior de la jerarquía de valores.


Para analizar en detalle este argumento, especifiquemos que entendemos por cultura occidental el ámbito cultural de Europa y América que hace parte de los procesos históricos que han tenido lugar desde el Renacimiento europeo. De la misma manera, entendemos por Modernidad un término complejo, que va más allá de un simple intento de periodización de la historia. Se trata de un modelo multidisciplinario (filosófico, sociológico, histórico etc.) que interpreta los productos ideológicos, la historia, las mentalidades y, en general, las construcciones del conocimiento posteriores a la Ilustración. Múltiples corrientes de pensamiento han tenido lugar en la Modernidad (positivismo, pragmatismo, marxismo, sicoanálisis, entre otras) que, sin embargo, tienen en común la posición del hombre moderno ante su destino histórico: roto el vínculo que unía a la humanidad con Dios (teocentrismo medieval), el hombre moderno es autor de la historia, consciente y responsable como individuo de las dinámicas sociales y políticas, libre para desarrollar su carácter y expresar sus ideologías. La Modernidad tiende hacia posiciones ideológicas y concepciones pluralistas (es decir, que admiten la diversidad de paradigmas de conocimiento), resultado de la ruptura con el orden teocéntrico pre-moderno, que podía concebir la unidad del proyecto del hombre en el universo, a través del vínculo con Dios.


En este contexto sociocultural, el hombre ha sido el centro de los sistemas de valores, y por eso se pueden esgrimir derechos humanos como el ejercicio de prácticas culturales y artísticas para defender el toreo, en detrimento de los derechos del toro que, como animal, no tendría derechos en el mismo nivel de jerarquía que los seres humanos. Así que, si la crueldad y el sufrimiento se ejercen a un animal, estos derechos estarían por debajo de los derechos de los hombres que se divierten y juzgan artísticas tales prácticas.


Sin embargo, el asunto no es tan sencillo como poner a la especie humana como el paradigma superior del sistema de valores que sustentan los sistemas jurídicos. Desde el mismo punto de vista de las prácticas culturales y el derecho de los seres humanos al libre y sano desarrollo de su personalidad, sostenidos por los defensores del toreo, se pueden esgrimir que, hoy por hoy, las prácticas y, en general, el pensamiento ecologista hacen parte de las prácticas culturales de millones de seres humanos, para los cuales el libre y sano desarrollo de su personalidad requiere de la abolición de actos de crueldad contra los animales. Incluso, y es lo que queremos plantear, el modelo antropocéntrico se encuentra en una profunda crisis que ha dado lugar a un nuevo periodo sociohistórico y cultural denominado postmodernidad, donde la cosmovisión es pluralista y valida las distintas posiciones y conocimientos en un cuestionamiento a los anquilosados sistemas de valores hegemónicos, que reproducían sin cuestionar y criticar la idea de que el hombre es la cima de la cadena evolutiva de la naturaleza.


La posmodernidad es un movimiento cultural de fines del siglo XX, que se basa en una crítica al sistema racional antropocéntrico y vindica el individualismo y las posiciones pluralistas. Es en este marco cultural, donde los detractores del toreo encuentran posiciones que los respaldan, tal como aquella que considera que el hombre, según las ciencias contemporáneas (la teoría de la evolución, la fisiología, la etología, las neurociencias, la genética), es apenas un eslabón del continuo biológico y evolutivo, y que, por esto, no existe un abismo ontológico entre la especie humana y las restantes especies[3]. Este argumento, de base biológica, cuestiona radicalmente el antropocentrismo cultural, y es la base del pensamiento ético ambiental y ecologista. De hecho, la polémica desatada sobre la regulación y la prohibición del toreo es un indicador de una nueva sensibilidad ecológica y de un nivel de conciencia crítica que cuestiona los valores tradicionales (así estén asentados en pisos tan sólidos como los discursos nacionalistas o artísticos).


Pero aunque ambas posiciones en defensa y en contra del toreo estén sustentadas en sendos cuerpos ideológicos y detenten sistemas de valores (hegemónicos tradicionales, los que están a favor del toreo; críticos y de vanguardia los que están en contra), lo cierto es que en términos de argumentación jurídica no existe una dominante reguladora de los derechos que unos y otros plantean a favor de sus posiciones. De aquí que no sea fácil emitir consideraciones sencillas y que se caiga constantemente en posiciones simplistas. Baste como ejemplo la argumentación falaz de quienes quieren conservar las corridas de toros argumentando derechos ecológicos en la salvaguardia de la raza de lidia. Para estos defensores del toreo, han sido las corridas de toros las que han permitido evitar la extinción de la raza de lidia, y que, en virtud de la conservación de las especies, el toreo debe ser conservado para evitar la extinción de la raza.


Para Francis Wolff[4] “el toro de lidia (bos taurus ibericus) no es para nada un apacible rumiante. Es una muy especial variedad de bovino, lejano descendiente del uro, que vivió más o menos en estado salvaje hasta el siglo XVIII y que estaba dotado de un instinto de defensa de su territorio muy desarrollado, una forma de “fiereza”. El auge de las corridas de toros permitió la creación de grandes ganaderías en las que los toros eran y son criados en condiciones de libertad para preservar esa acometividad natural, a la cual se le añadió un proceso selectivo en función de la aptitud de cada ejemplar para la lidia. Estas dos condiciones, la natural y la humana, crearon un animal original, una especie de atleta del ruedo, dotado de bravura, es decir, de una capacidad ofensiva para el ataque sistemático contra todo lo que pueda presentarse como una amenaza, y muy especialmente la intromisión en su territorio. […] Por eso no sorprende que algunos estudios hayan demostrado que este animal, particularmente adaptado para la lidia, tenga reacciones hormonales únicas en el mundo animal ante el “dolor” (que le permiten anestesiarlo casi en el mismo momento en que se produce)”. Por lo anterior, podemos inferir que, incluso, entre los defensores del toreo se esgrimen argumentos “científicos” y “ecológicos” que plantean que la “crueldad” de la que hablan los detractores del toreo no es tal, sino que hace parte de la etología del animal, que no sentiría dolor sino placer, o por lo menos, realizaría una actividad propia de su instinto.


Como hemos visto al considerar este argumento a favor del toreo, el debate a favor y en contra no posee una directriz clara que lo jerarquice, y es por esto que las posiciones subjetivas y, por ende, facilistas, abundan en la literatura periodística, en los mass media, en la publicidad antitaurina (que aboga por la exacerbación de los elementos de tortura) y en las publicaciones taurinas que se ensañan en considerar que, sobre los nuevos, importantes e imperativos intereses ecológicos, las tradiciones artísticas y culturales tienen un lugar de mayor validez. Quizás en el futuro se empiece a zanjar la discusión hacia rumbos de una mayor estabilidad en las posiciones ideológicas y culturales que los actuales.






BIBLIOGRAFÍA


ESCARTÍN YTXETXU AUSÍN. El mundo académico ante las corridas de toros. Edición digital de la Revista de bioética animal.


BADORREY MARTÍN, BEATRIZ. Principales prohibiciones canónicas y civiles de las corridas de toros. Edición digital.


FRANCIS WOLFF. Cincuenta razones para defender las corridas de toros. Edición digital.




[1] En el transcurso de este ensayo especificaremos el sentido en que entendemos términos como cultura Occidental, modernidad, postmodernidad y antropocentrismo cultural.


[2] Badorrey Martín, Beatriz: Principales prohibiciones canónicas y civiles de las corridas de toros. Edición digital en


[3] ESCARTÍN YTXETXU AUSÍN. El mundo académico ante las corridas de toros. Edición digital de la Revista de bioética animal.


[4] FRANCIS WOLFF. Cincuenta razones para defender las corridas de toros. Edición digital.

viernes, 13 de abril de 2012

historia de la tauromaquia Bartolome Benassar

Comienza Bartolomé Benassar esta jugosa Historia de la Tauromaquia con una afirmación que me atrevo a considerar falsa en buena medida: pensar que sea un libro para lectores franceses o de otras latitudes -más indoctos, se supone- y no para lectores españoles sapientísimos y sabelotodo. A mí, digamos en corto y por derecho, me ha parecido una buena historia, tanto como por la información que da como por lo que aporta de pensamiento y ensayo. De lo primero se beneficiarán quienes no hayan tenido tiempo de aprenderse los diez tomos del Cossío; de lo segundo, aquellos que consideren que las corridas, con toda su carga de violencia y carga a las espaldas, son una de las bellas artes; y un espejo en el que se refleja la historia política y social de este país llamado España.

Estas dos apreciaciones, que pueden irritar la sensibilidad de ecologistas e ilustrados, no son mías: las firmaron y ratificaron en su tiempo gente como Pérez de Ayala, Valle-Inclán y don José Ortega y Gasset. Puede estar tranquilo Bartolomé Benassar, porque esta visión de “extranjero” pensada para lectores no españoles, podemos compartirla, sin demasiado esfuerzo, muchos ibéricos autóctonos. Precisamente aquellos que seguimos aferrados a palabras y conceptos tan anticuados como pureza, clasicismo, integridad del toro, ceremonia y rito; aquellos que nos negamos a comulgar con las piedras de molino de fenómenos artificiosos y efímeros. Naturalmente, todo es opinable y todo es discutible. Y en toros, también; mas a mí me parece saludable que Benassar aventure una opinión categórica como la de que la época de Antonio Ordóñez -al que atribuye casi veinte años de reinado- fue la Tercera Edad de Oro. Después, naturalmente, de la de Lagartijo y Frascuelo y de la de Joselito y Belmonte.
Quién pudiera acompañar a Ordóñez como pareja, incluso si ha de ser primus inter pares, es otra cuestión.

Algunos se apoyan en la rivalidad de un verano sangriento con Luis Miguel Dominguín -gestualizado épicamente por un Hemingway ingenuo- para colocarle a su lado. Lo cierto es que, brillo social aparte, Benassar sugiere junto a Ordóñez media docena de nombres que sí marcan esa época: Antonio Chenel Antoñete, Antonio Bienvenida, Manolo Vázquez, Paco Camino, Santiago Martín El Viti, Diego Puerta...

Pepe Luis Vázquez es, para Benassar, una especie de torero isla tocado por la gracia y el don de la torería, pero que cimentó su arte maravilloso sobre la lidia de toros anovillados y disminuidos. La mejor enseñanza de este libro, o por lo menos la mejor enseñanza que yo he sacado, es su disposición clara y honrada frente al fraude. No oculta que el afeitado ha existido y existe, no niega la manipulación generativa del toro bravo, y es capaz de cuestionar mitos y tauromaquias asentadas sobre el medio toro. ésta es una línea de análisis incómoda e impopular, pues en esto del toro abundan los propagandistas y escasean los analistas. Esa línea de pensamiento podía ser, en parte, la de Julio Urrutia, un cronista al que no llegué a conocer, pero del que algún libro me ha llegado. Con ese fondo de reflexión y crítica, Bartolomé Benassar resalta el influjo de la guerra civil sobre el trapío y la edad de los toros. Y afirma que si fue una necesidad sociológica y política de posguerra, el utrero y el afeitado se convirtieron años después en una virtud. En estas circunstancias anómalas crece el mito de Manolete que, fatalmente, se consolida con su muerte en la plaza de Linares.

El hambre y la penuria bélicas no diezma, aniquila a casi la cabaña brava. Y en consecuencia, el fraude se instala en la arena con la tolerancia de público y autoridades. Ese fraude se extiende a la época de Ordóñez, la Tercera Edad de Oro, y se consolida con El Cordobés. Hoy todavía sigue con mayor o menor fortuna. Siempre que esto sucede, los hechos giran en torno a una figura que manda en la Fiesta con gran aparato propagandístico y sin apenas oposición. Con todo, y siendo muy poco partidario de la tauromaquia de Manuel Benítez, defiende Benassar algunos gestos de El Cordobés en maestros o plazas de compromiso ineludible.

En el recorrido de Benassar, desde la protohistoria taurina hasta nuestros días, se abordan y defienden formas estilísticas y condicionamientos históricos, y aparecen cuestiones tan sugerentes como la iglesia y la excomunión de los aficionados católicos. O la cruzada contra el afeitado, acaso oportunista pero cierta, de Antonio Bienvenida, que se echó encima a todo el escalafón, empezando por Antonio Ordóñez.

Entre las lagunas más visibles de esta excelente Historia de la Tauromaquia, se encuentra la dimensión puramente anecdótica, que otorga al acaso torero más puro y clásico de los últimos cincuenta años: Rafael Ortega. Este diestro gaditano fue mucho más que un gran estoqueador.



http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/2070/Historia_de_la_Tauromaquia


por: rengifo

la puntilla, el arrastre y el descuartizamiento


LA PUNTILLA, EL ARRASTRE Y EL DESCUARTIZAMIENTO

finalmente, se le da la puntilla para intentar seccionar la medula espinal. si la medula no es seccionada sino solo dañada, el toro no esta realmente muerto, sino con un cierto grado de parálisis y es arrastrado vivo y consciente (en Murcia, en septiembre de 1979, el toro se levanto cuando era arrastrado). aun en el caso de que la medula quede seccionada, la cabeza del toro sigue viva unos minutos, por lo que siente perfectamente el dolor al cortarle las orejas. el toro nunca llega totalmente muerto al segundo acto de la carnicería, en esa trastienda de la plaza donde ya no hacen falta lentejuelas para descuartizar. lo mas terrible de esta historia no es tanto morir como ser torturado hasta la muerte por diversión. y todo esto en nombre de la virgen de la macarena, de la virgen de la soledad y del Jesús del gran poder!

los pases de muleta y entrar a matar



LOS PASES DE MULETA

después de que los picadores dejan al toro hecho una piltrafa, el torero demuestra su valor dándole pases de muleta, agotándolo por el esfuerzo y la perdida de sangre. el toro además de mansurrón es un animal miope, daltónico, torpe e ingenuo que embiste al trapo que agitan delante de el, creyéndole culpable de sus males. llaman asesino al toro que no se deja engañar y embiste al hombre.

ENTRAR A MATAR

se trata de clavar la espada de casi un metro cerca de las vertebras para lesionar el corazón o algún vaso sanguíneo importante. esto es la teorí­a y no pasa casi nunca. lo mas normal es que la espada solo acierte a alcanzar los pulmones y que el animal agonice lentamente ahogado en su propia sangre, después de varios intentos infructuosos el toro todavía esta vivo, agonizante, gimiendo lastimeramente, vomitando sangre y perdiendo la orina. 

las banderillas


LAS BANDERILLAS

las banderillas terminan en afilados arpones metálicos de 5 centímetros y mas largos aun en las banderillas negras. los banderilleros clavan 4 a 6 de estos arpones en las mismas horribles heridas de los puyazos o cerca de ellas. a cada movimiento del toro, las banderillas se mueven haciendo que los arpones horaden y desgarren cada vez mas la carne, aumentando la hemorragia y completando la sádica labor del picador. el terrible dolor que le producen todas estas heridas y el destrozo de los músculos del cuello, es lo que obliga al toro a agachar la cabeza. cuando el toro llega al ruedo tiene el grave defecto (debe ser un error de la naturaleza) de llevar la cabeza alta. en esta postura, para matarlo, el torero se tendrá que subir a una escalera para clavarle la espada y esto no seria practico ni conforme a la sublime dignidad de estos torturadores. 

por: rengifo 

los puyasos


LOS PUYAZOS

el picador debe clavar la pica en el cuello del toro delante de la cruz. teóricamente debe penetrar solo la punta de acero de 3 centímetros, pero siempre clavan también los 11 centí­metros que siguen hasta el tope, lo que representa heridas de 14 centímetros de profundidad y hasta 40 de extensión, que producen al toro un dolor intensí­simo y que lo destroza por dentro. algunos picadores retuercen la pica para aumentar la penetración, se apoyan en la barrera y hieren detrás del morrillo o en el costado para provocar una hemorragia abundante o perforar el pulmón. si el toro le parece al torero demasiado peligroso el picador lo castiga escrupulosamente dejándolo chorreando sangre, medio muerto y limitado grandemente en su capacidad de movimiento. cada toro recibe una media de 3 a 4 puyazos.

por: rengifo